jueves, 13 de junio de 2013

Literatura y psicoanálisis, formas de Piglia


El psicoanálisis es un material espinoso para hacer literatura. Es trágico y demasiado íntimo como para jugar con él y crear ficciones. Incluso, el autor de cualquier ficción revelará -contra su voluntad- su naturaleza torcida y depravada. Quien haga historias con el contenido de su inconsciente corre el riesgo de quedar desnudo y perdido en el mar de corrupción y perversiones que es en el fondo toda sociedad humana. Desorientado y sin abrigo, lo más probable es que su autor termine ahogándose en ese océano, dejando un triste legado de sus intentos literarios. Por otra parte, las historias que resulten de ese 'chapuzón' en el subconsciente serían enrevesadas y seguramente aburridas porque, a final de cuentas, a muy pocos les importan los sueños de los demás y, menos aún, intentar descifrar los traumas de desconocidos que nunca verán al rostro.

Pero entonces, si a casi nadie le interesa comprender las ficciones psicoanalíticas de los demás, ¿cómo es que sus autores se ahogan o se pierden? ¿Será porque ellos mismos son sus lectores y con eso basta? Todo esto suena bastante raro, muy 'psicoanalítico'. En otras palabras, la relación entre literatura y psicoanálisis es usualmente conflictiva.

Sin embargo... hay situaciones en donde el psicoanálisis y la literatura logran entenderse, como si bailaran un tango inconcebible. Lo que sucede es que hay algunos que no se ahogan y han usado el psicoanálisis para crear obras maestras de literatura. Aquéllos que saben nadar son los artistas y eso los distingue del resto de los mortales. Según el escritor argentino, Ricardo Piglia, esos creadores han sabido practicar el 'arte de la natación', el cual consiste en mantenerse a flote en el mar del lenguaje donde la mayoría tiende a hundirse. Piglia ofrece dos ejemplos en el capítulo "Los sujetos trágicos" de su libro Formas breves.




Joyce


El escritor irlandés, James Joyce, es quien mejor logró nadar y servirse del psiconanálisis para crear la obra literaria más importante del siglo XX (con perdón de Thomas Mann): Ulises. En este caso, Joyce no bailó tersamente un tango con su inconsciente. Más bien decidió no bailar para mejor apreciar –a prudente distancia- las formas seductoras de su musa de vestido negro.  De otro modo, optó por usar el psicoanálisis como técnica narrativa: el material para darle forma a sus novelas. El resultado fue que Joyce creó un estilo inimitable y una revolución en la forma de narrar 'de la que es imposible volver'. Con respecto a Ulises, Piglia explica:

Joyce percibió que había ahí modos de narrar y que, en la construcción de una narración, el sistema de relaciones que definen la trama no debe obedecer una lógica lineal, y que datos y escenas lejanas resuenan en la superficie del relato y se enlazan secretamente (...) como asociaciones inesperadas, juegos de palabras, condensaciones incomprensibles u evocaciones oníricas.


Este estilo fue llevado al extremo en Finnegans Wake, famosa por ser casi imposible de leer y por carecer de conexiones visibles entre los múltiples fragmentos que la componen. Al respecto, Piglia cuenta una anécdota que permite comprender la diferencia entre el artista y los demás. La hija de Joyce, Lucía, padecía psicosis y las explicaciones que los psiquiatras daban sobre el padecimiento no convencían al novelista. Hasta que alguien le recomendó consultar a Carl Gustav Jung, contraparte de Sigmund Freud y fundador de la "psicología analítica". 

Imagino a Joyce en el despacho de Jung, ambos de pie y discutiendo el expediente de Lucía. Joyce le explica al psiquiatra que su hija escribe lo mismo que él y, acto seguido, le muestra unas hojas del Finnegans, que considera una obra 'psicótica'. Jung las revisa brevemente y contesta: 'de acuerdo, pero allí donde usted nada, su hija se ahoga'. 

Piglia aporta otro dato revelador sobre el vínculo de Joyce con el psicoanálisis. Al ser cuestionado sobre su relación con Freud, el escritor respondía que 'Joyce, en alemán, es Freud'. Ambos apellidos significan 'alegría' en español.


 



Poe

Edgar Allan Poe es otro gran nadador en el mar del lenguaje psicoanalítico/literario. Contrario a Joyce, Poe sí bailó un tango con su subconsciente y el resultado fue la creación del género policiaco, donde se 'discute lo mismo que discute la sociedad, pero de otra manera'. Para ello, creó un personaje extraordinario e inmune a las determinaciones que impone la sociedad: el detective, figura central de la narrativa policiaca. Este personaje puede analizar y juzgar a la sociedad porque no pertenece a ninguna de sus instituciones: 'es célibe, es marginal y está aislado'. De alguna forma, podría decirse que es el terapeuta y el paciente del universo psicoanalítico de su autor. Dice Piglia:



El detective está ahí para interpretar algo que ha sucedido, de lo que han quedado ciertos signos, y puede realizar esa función porque está afuera de cualquier institución. El detective no pertenece al mundo del delito ni al mundo de la ley; no es un policía pero tampoco es un criminal (...) está ahí para hacer ver que la ley en su lugar institucional, la policía, funciona mal. Y a la vez el detective es el último intelectual, hace ver que la verdad ya no está en manos de los sujetos puros del pensar, como el filósofo clásico o el científico.

El detective, al final, descubrirá la verdad y la denunciará. Algo muy parecido a lo que hace el psicoanálisis con la interpretación de los sueños: descubre un trauma (verdad) y se lo revela (denuncia) al paciente con la intención de curarlo. El detective, entonces, 'cura' a la sociedad de sus corruptas instituciones legales. No siempre tiene éxito, sin embargo e, incluso, su comportamiento alienado puede generar sospechas en la sociedad y servir de pretexto para ser denunciado como un maniático por el poder legal. Lo anterior lo ilustra Pigila con el caso del detective Croce en su más reciente novela Blanco Nocturno. Croce termina recluido en un hospital psiquiátrico acusado de demencia por el fiscal de la provincia donde se desarrolla la historia.

 




 















Nota: Habría que tomar en cuenta el argumento de Piglia para descubrir si uno tiene vocación de artista. Quien quiera serlo debería hacer el ejercicio de sumergirse en algún proceso creativo -dígase pintar, escribir, componer o esculpir- y ver si al final logra respirar. 

Si no ve nada: recurrir al psicoanalista. Si ve algo (respira): ¡Felicidades! Es usted un artista.