viernes, 17 de mayo de 2013

Aire de Vila-Matas


I


Hacer nada, no intervenir y permancer al margen impiden cualquier fracaso en la vida. Eso ha concluido Vilnuis Lancastre, quien es idéntico a Bob Dylan de joven. Misma nariz de gancho, el pelo revuelto y las gafas oscuras. Vilnius viste siempre de negro y camina con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Sin embargo, sus intentos por hacer nada fracasan porque su padre no deja de interferir en su mente y lo obliga a actuar, a hacer algo. Resulta que el padre del ‘pequeño’ Dylan, Juan Lancastre (novelista de culto y de renombre), murió hace poco y ahora clama por venganza desde la ultratumba.


Vilnius y Juan Lancastre, hijo y padre, rivales y aliados, uno posmoderno y el otro moderno. Por ejemplo, Vilnius aborrece cualquier tipo de actividad asociada con el trabajo, mientras que Juan proviene de la ‘cultura del esfuerzo’ y, por lo tanto, escribió sin descanso durante su vida, al punto que antes de morir dejó inconclusas sus memorias. Será tarea de su hijo terminarlas, con el apoyo de su novia Débora, antigua amante de Lancastre padre. Sin embargo, esta pareja dinamita, fiel a su convicción de no hacer nada y permanecer en un ‘estado poético’ (lo máximo que pueden permitirse es tener una idea al día), decide encargar la escritura de las memorias abreviadas a un escritor anónimo que Vilnius conoce en un congreso sobre el fracaso. 

Este escritor –perteneciente a la generación de Juan Lancastre− es nada menos que el narrador de la novela-teatro, quien aprovechará ese trabajo para vengarse de su rival inventando sucesos ridículos en su vida y, de paso, escribir su último libro, en aras de recluirse en un silencio radical. Para completar el drama, surge Laura Verás, madre de Vilnius, femme fatale que detesta a su hijo y de quien se sospecha lo peor, como haber quemado los escritos del último libro de su esposo (por cierto, la Verás tiene un apodo que hace alusión a un libro de José Emilio Pacheco). La identidad del narrador-escritor de memorias permanece incógnita.  Lo único que se sabe de él es que vive en Barcelona con su esposa, tiene cara de palo y se dedica a pasear por la ciudad sin rumbo fijo, como ‘chino que va a casa’. 



REMEM_ROTOLOLo anterior es una breve introducción a la nueva novela del escritor Enrique Vila-Matas, Aire de Dylan. Podría asumirse que quien narra es el propio Vila-Matas, anunciando veladamente que no volverá a escribir más por consideración hacia sus lectores, arrepentido de haber escrito tanto sin decir gran cosa. Pero esta deducción es un tanto simple y engañosa, una pieza más del juego de apariencias que teje y desteje en su nueva novela, donde lo único cierto es que nadie cree saber en realidad quién es. Dos acercamientos a esta cuestión ofrece la historia:


-          ¿Quién eres?
-         Ésa es una buena pregunta (respuesta de Bob Dylan como actor en una película sobre Pat Garret)

¿Quién soy? Me llamo Pedro Páramo como todo el mundo. Mi familia es aire y yo soy mezcla de las voces y recuerdos de distintos vivos y muertos.
 
II


Aire de Dylan está a la altura de otros títulos del escritor español aclamados por la crítica, como Doctor Pasavento, Dublinesca o París no se acaba nunca. En ella, Vila-Matas hace un discreto homenaje a Bob Dylan −de quien dice que su rostro ‘tiene la extraña propiedad de exhibir todas las edades y las etapas por las que han pasado todos los Dylan’− y utiliza una estructura teatral para darle un tono burlesco y tragicómico a su historia, que se sostiene en tres actos: Teatro de la Realidad, Teatro de la Ratonera y Teatro de la Memoria, intercalados en cuatro capítulos, al modo de las teclas de un piano, donde los actos son las notas ‘alteradas’. Aparte de Dylan, Hamlet es otro referente constante e, incluso, los personajes principales son una adaptación vilamatesca del drama de Shakespeare. 

Por lo tanto, no es sorpresa que los temas dominantes sean la venganza y el ser, aunque elaborados con la acostumbrada ironía y los juegos paródicos del español. Si en Hamlet hay un teatro dentro del teatro, en Aire de Dylan hay varias novelas dentro de la novela, historias que parecen secundarias pero sirven para intensificar el drama y asomarse a los inciertos motivos de los personajes. Como indica una frase escrita en una casa que visita Vilnius:

Si uno tiene la intención de comprender a los demás, debe antes intensificar su propia personalidad.


Por otra parte, las convicciones existencialistas de Vilnius están basadas en Oblomov, ‘personaje radicalmente gandul y paradigma del no hacer nada’, protagonista de una novela con el mismo título, publicada en 1859 y escrita por el ruso Iván Goncharov. Aunque se menciona pocas veces, el espíritu Oblomov –junto con Hamlet− define al ‘pequeño’ Dylan y, de paso, le da una atmósfera indecisa a la historia (¿soy novela o teatro?; ¿soy yo mismo o soy otros?). 


Este espíritu refleja también la situación actual de la juventud global, sumida en la desidia por las eternas crisis económicas y las escasas oportunidades de empleo. En este caso, la etiqueta de ‘ni estudio ni trabajo (nini)’ creada por los mass media para calificar a los jóvenes, podría ser reemplazada por la que usan Vilnius y su novia: ‘no hacemos nada, pero somos indispensables’. 


Además del teatro, Vila-Matas hace alusión constante al cine, principalmente a la obra del estadounidense Mankiewicz, director y guionista que hizo su carrera en Hollywood a mediados del siglo 20 y quien se distinguió por su ironía. Aparte de Mankiewicz se mencionan algunas películas basadas en libros o guiones de Francis Scott Fitzgerald, como Tres Camaradas, la cual contiene la frase: ‘cuando oscurece, siempre necesitamos a alguien’, que obsesiona a Vilnius en grado tal que decide viajar a Hollywood para investigar si su autoría perteneció en realidad al escritor de Suave es la noche.


III


La complejidad de la historia (o las historias) es expresada a través de un lenguaje sencillo, sin mayores adornos y con tono de carnaval, en un estilo similar al que usó Sergio Pitol en su trilogía de novelas conocida como Tríptico de Carnaval (el mexicano, además, tiene una breve aparición en la historia). El sentido del humor también es parecido al de Pitol y puede emparentarse con la agudeza de autores como Augusto Monterroso. Este estilo le da una apariencia simple a una novela que lidia con temas ‘rebuscados’, como la identidad del ser –mencionado líneas arriba− o el significado de la vida.


Para la cuestión del ser, la relación padre-hijo de Juan y Vilnius Lancastre sirve para contrastar dos visiones: la que sostiene que el ‘yo’ es único y se define por la autenticidad y la que afirma que el ‘yo’ es múltiple y sólo puede ser aprehendido en relación con otros. En este sentido, Vilnius asume que la clave en la vida es ser fiel a sí mismo sin importar lo que pase, ya que quien traiciona lo más auténtico de sí mismo está perdido (idea relacionada con Leviatán de Joseph Roth); mientras que Juan responderá que querer conservar la autenticidad es una tontería debido a que el ‘yo’ cambia irremediablemente a través del tiempo y nunca permanece igual a sí mismo; por lo tanto, soy otro, varios y tan efímeros como mi duración en la tierra. Incluso, podría agregarse que el hombre tiene la necesidad de ser muchos para no tener que ser uno mismo. 

Ambas posiciones son irreductibles y permanecen en conflicto y se sugiere que la única posibilidad de conciliación está en la muerte, aunque ésta no garantiza que padre e hijo alguna vez se reconcilien. La novia de Vilnius tiene una interpretación distinta y asocia la autenticidad con el llanto... pero habría que leer la novela para obtener mayor información al respecto.



En cuanto al significado de la vida y lo que, al parecer, la contiene (la realidad), la novela ofrece interpretaciones sesgadas o esquivas, ya que, como afirma el narrador, esta es la única manera en la que puede comprenderse algún significado. Y en este punto, la literatura es la herramienta que permite algún acercamiento porque utiliza la imaginación y, a través de ésta, bordea la frontera de lo real y crea ficciones que ayudan a entender la realidad y sus probables sentidos. Al respecto, dos ejemplos:

La vida es una ratonera, lo real es sólo teatro y nada somos sin la memoria (imaginación) que siempre inventa.

Vivimos para comprender que la vida repite siempre un mismo guión, traza siempre la misma frontera: el relato incombustible de cómo somos educados para ir con el tiempo resignándonos a aceptar que todo eso que se sitúa por debajo de nuestra dignidad, todo eso que tanto nos horroriza, no es más que la única realidad que existe, lo único que la vida nos tenía reservado, el ingrato teatro de nuestro destino.



IV

En fin, Aire de Dylan parece decir que el propósito de no fracasar conduce al éxito involuntario e indeseado o, desde otra perspectiva, a fracasar en ese intento rabioso por no fracasar. 

La vida nos vive a pesar de nosotros mismos y, tarde o temprano, todos acaban entrando en su teatro, donde éxito y fracaso se intercalan en cada acto hasta quedar confundidos detrás del telón. 

Y uno podría preguntarse: 

- ¿A dónde lleva todo esto?
-  La ‘respuesta está en el aire’...






   Paquidermo:
  
   Por cierto, la influencia de Sergio Pitol en el estilo de Vila-Matas no es una ocurrencia o una conjetura. El propio escritor catalán la reconoce e incluso acepta con orgullo que Pitol es su maestro. 

   Pero mejor leer lo que dice el maestro de su maestro: http://www.blogenriquevilamatas.com/el-maestro-sergio-pitol/









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