I
Hacer nada,
no intervenir y permancer al margen impiden cualquier fracaso en la vida. Eso
ha concluido Vilnuis Lancastre, quien es idéntico a Bob Dylan de joven. Misma
nariz de gancho, el pelo revuelto y las gafas oscuras. Vilnius viste siempre de
negro y camina con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Sin
embargo, sus intentos por hacer nada fracasan porque su padre no deja de
interferir en su mente y lo obliga a actuar, a hacer algo. Resulta que el padre
del ‘pequeño’ Dylan, Juan Lancastre (novelista de culto y de renombre), murió
hace poco y ahora clama por venganza desde la ultratumba.
Vilnius y
Juan Lancastre, hijo y padre, rivales
y aliados, uno posmoderno y el otro moderno. Por ejemplo, Vilnius aborrece
cualquier tipo de actividad asociada con el trabajo, mientras que Juan proviene
de la ‘cultura del esfuerzo’ y, por lo tanto, escribió sin descanso durante su
vida, al punto que antes de morir dejó inconclusas sus memorias. Será tarea de
su hijo terminarlas, con el apoyo de su novia Débora, antigua amante de
Lancastre padre. Sin embargo, esta pareja dinamita, fiel a su convicción de no
hacer nada y permanecer en un ‘estado poético’ (lo máximo que pueden permitirse
es tener una idea al día), decide encargar la escritura de las memorias
abreviadas a un escritor anónimo que Vilnius conoce en un congreso sobre el
fracaso.
Este escritor –perteneciente a la generación de Juan Lancastre− es nada menos que el narrador de la novela-teatro, quien aprovechará ese trabajo para vengarse de su rival inventando sucesos ridículos en su vida y, de paso, escribir su último libro, en aras de recluirse en un silencio radical. Para completar el drama, surge Laura Verás, madre de Vilnius, femme fatale que detesta a su hijo y de quien se sospecha lo peor, como haber quemado los escritos del último libro de su esposo (por cierto, la Verás tiene un apodo que hace alusión a un libro de José Emilio Pacheco). La identidad del narrador-escritor de memorias permanece incógnita. Lo único que se sabe de él es que vive en Barcelona con su esposa, tiene cara de palo y se dedica a pasear por la ciudad sin rumbo fijo, como ‘chino que va a casa’.
Este escritor –perteneciente a la generación de Juan Lancastre− es nada menos que el narrador de la novela-teatro, quien aprovechará ese trabajo para vengarse de su rival inventando sucesos ridículos en su vida y, de paso, escribir su último libro, en aras de recluirse en un silencio radical. Para completar el drama, surge Laura Verás, madre de Vilnius, femme fatale que detesta a su hijo y de quien se sospecha lo peor, como haber quemado los escritos del último libro de su esposo (por cierto, la Verás tiene un apodo que hace alusión a un libro de José Emilio Pacheco). La identidad del narrador-escritor de memorias permanece incógnita. Lo único que se sabe de él es que vive en Barcelona con su esposa, tiene cara de palo y se dedica a pasear por la ciudad sin rumbo fijo, como ‘chino que va a casa’.
Lo anterior
es una breve introducción a la nueva novela del escritor Enrique Vila-Matas, Aire de Dylan. Podría
asumirse que quien narra es el propio Vila-Matas, anunciando veladamente que no
volverá a escribir más por consideración hacia sus lectores,
arrepentido de haber escrito tanto sin decir gran cosa. Pero esta deducción es
un tanto simple y engañosa, una pieza más del juego de apariencias que teje y
desteje en su nueva novela, donde lo único cierto es que nadie cree saber en realidad
quién es. Dos acercamientos a esta cuestión ofrece la historia:
- ¿Quién eres?
- Ésa es una buena pregunta (respuesta
de Bob Dylan como actor en una película sobre Pat Garret)
¿Quién soy? Me llamo
Pedro Páramo como todo el mundo. Mi familia es aire y yo soy mezcla de las
voces y recuerdos de distintos vivos y muertos.
II
Aire de Dylan está a la altura
de otros títulos del escritor español aclamados por la crítica, como Doctor Pasavento, Dublinesca o
París no se acaba nunca. En ella,
Vila-Matas hace un discreto homenaje a Bob Dylan −de quien dice que su rostro
‘tiene la extraña propiedad de exhibir todas las edades y las etapas por las
que han pasado todos los Dylan’− y utiliza una estructura teatral para darle un
tono burlesco y tragicómico a su historia, que se sostiene en tres actos: Teatro de la Realidad, Teatro de la Ratonera y Teatro de la Memoria, intercalados en
cuatro capítulos, al modo de las teclas de un piano, donde los actos son las
notas ‘alteradas’. Aparte de Dylan, Hamlet
es otro referente constante e, incluso, los personajes principales son una
adaptación vilamatesca del drama de
Shakespeare.
Por lo tanto, no es sorpresa que los temas dominantes sean la venganza y el ser, aunque elaborados con la acostumbrada ironía y los juegos paródicos del español. Si en Hamlet hay un teatro dentro del teatro, en Aire de Dylan hay varias novelas dentro de la novela, historias que parecen secundarias pero sirven para intensificar el drama y asomarse a los inciertos motivos de los personajes. Como indica una frase escrita en una casa que visita Vilnius:
Por lo tanto, no es sorpresa que los temas dominantes sean la venganza y el ser, aunque elaborados con la acostumbrada ironía y los juegos paródicos del español. Si en Hamlet hay un teatro dentro del teatro, en Aire de Dylan hay varias novelas dentro de la novela, historias que parecen secundarias pero sirven para intensificar el drama y asomarse a los inciertos motivos de los personajes. Como indica una frase escrita en una casa que visita Vilnius:
Por otra
parte, las convicciones existencialistas de Vilnius están basadas en Oblomov, ‘personaje
radicalmente gandul y paradigma del no hacer nada’, protagonista de una novela con
el mismo título, publicada en 1859 y escrita por el ruso Iván Goncharov. Aunque
se menciona pocas veces, el espíritu Oblomov –junto con Hamlet− define al ‘pequeño’
Dylan y, de paso, le da una atmósfera indecisa a la historia (¿soy novela o
teatro?; ¿soy yo mismo o soy otros?).
Este espíritu refleja también la situación actual de la juventud global, sumida en la desidia por las eternas crisis económicas y las escasas oportunidades de empleo. En este caso, la etiqueta de ‘ni estudio ni trabajo (nini)’ creada por los mass media para calificar a los jóvenes, podría ser reemplazada por la que usan Vilnius y su novia: ‘no hacemos nada, pero somos indispensables’.
Este espíritu refleja también la situación actual de la juventud global, sumida en la desidia por las eternas crisis económicas y las escasas oportunidades de empleo. En este caso, la etiqueta de ‘ni estudio ni trabajo (nini)’ creada por los mass media para calificar a los jóvenes, podría ser reemplazada por la que usan Vilnius y su novia: ‘no hacemos nada, pero somos indispensables’.
Además del
teatro, Vila-Matas hace alusión constante al cine, principalmente a la obra del
estadounidense Mankiewicz, director y guionista que hizo su carrera en
Hollywood a mediados del siglo 20 y quien se distinguió por su ironía. Aparte
de Mankiewicz se mencionan algunas películas basadas en libros o guiones de
Francis Scott Fitzgerald, como Tres
Camaradas, la cual contiene la frase: ‘cuando oscurece, siempre necesitamos
a alguien’, que obsesiona a Vilnius en grado tal que decide viajar a Hollywood
para investigar si su autoría perteneció en realidad al escritor de Suave es la noche.
III
La
complejidad de la historia (o las historias) es expresada a través de un
lenguaje sencillo, sin mayores adornos y con tono de carnaval, en un estilo
similar al que usó Sergio Pitol en su trilogía de novelas conocida como Tríptico de Carnaval (el mexicano,
además, tiene una breve aparición en la historia). El sentido del humor también
es parecido al de Pitol y puede emparentarse con la agudeza de autores como Augusto
Monterroso. Este estilo le da una apariencia simple a una novela que lidia con
temas ‘rebuscados’, como la identidad del ser –mencionado líneas arriba− o el
significado de la vida.
Para la
cuestión del ser, la relación padre-hijo de Juan y Vilnius Lancastre sirve para
contrastar dos visiones: la que sostiene que el ‘yo’ es único y se define por
la autenticidad y la que afirma que el ‘yo’ es múltiple y sólo puede ser
aprehendido en relación con otros. En este sentido, Vilnius asume que la clave
en la vida es ser fiel a sí mismo sin importar lo que pase, ya que quien
traiciona lo más auténtico de sí mismo está perdido (idea relacionada con Leviatán de Joseph Roth); mientras que
Juan responderá que querer conservar la autenticidad es una tontería debido a
que el ‘yo’ cambia irremediablemente a través del tiempo y nunca permanece
igual a sí mismo; por lo tanto, soy otro, varios y tan efímeros como mi duración
en la tierra. Incluso, podría agregarse que el hombre tiene la necesidad de ser
muchos para no tener que ser uno mismo.
Ambas posiciones son irreductibles y permanecen en conflicto y se sugiere que la única posibilidad de conciliación está en la muerte, aunque ésta no garantiza que padre e hijo alguna vez se reconcilien. La novia de Vilnius tiene una interpretación distinta y asocia la autenticidad con el llanto... pero habría que leer la novela para obtener mayor información al respecto.
Ambas posiciones son irreductibles y permanecen en conflicto y se sugiere que la única posibilidad de conciliación está en la muerte, aunque ésta no garantiza que padre e hijo alguna vez se reconcilien. La novia de Vilnius tiene una interpretación distinta y asocia la autenticidad con el llanto... pero habría que leer la novela para obtener mayor información al respecto.
En cuanto al
significado de la vida y lo que, al parecer, la contiene (la realidad), la
novela ofrece interpretaciones sesgadas o esquivas, ya que, como afirma el
narrador, esta es la única manera en la que puede comprenderse algún significado.
Y en este punto, la literatura es la herramienta que permite algún acercamiento
porque utiliza la imaginación y, a través de ésta, bordea la frontera de lo
real y crea ficciones que ayudan a entender la realidad y sus probables sentidos.
Al respecto, dos ejemplos:
Vivimos para comprender que la vida
repite siempre un mismo guión, traza siempre la misma frontera: el relato
incombustible de cómo somos educados para ir con el tiempo resignándonos a
aceptar que todo eso que se sitúa por debajo de nuestra dignidad, todo eso que
tanto nos horroriza, no es más que la única realidad que existe, lo único que
la vida nos tenía reservado, el ingrato teatro de nuestro destino.
IV
En fin, Aire de Dylan parece decir que el
propósito de no fracasar conduce al éxito involuntario e indeseado o, desde otra perspectiva, a fracasar en
ese intento rabioso por no fracasar.
La vida nos vive a pesar de nosotros mismos y, tarde o temprano, todos acaban entrando en su teatro, donde éxito y fracaso se intercalan en cada acto hasta quedar confundidos detrás del telón.
Y uno podría preguntarse:
- ¿A
dónde lleva todo esto?
- La
‘respuesta está en el aire’...
Paquidermo:
Por cierto, la influencia de Sergio Pitol en el estilo de Vila-Matas no
es una ocurrencia o una conjetura. El propio escritor catalán la reconoce e
incluso acepta con orgullo que Pitol es su maestro.
Pero mejor leer lo que dice el maestro de su maestro: http://www.blogenriquevilamatas.com/el-maestro-sergio-pitol/
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