“Nacer para esto”
¿Qué hace a Gustavo Cerati un gran músico? La
respuesta simple y directa sería “su talento”, pero tal vez no es suficiente.
Contrario a muchos que se pierden en el ocaso después de uno o dos discos, el
argentino permaneció vigente en el universo musical durante toda su carrera,
como líder de Soda Stereo y, después, como solista. ¿Por qué?
Primero, porque en lugar de seguir alguna fórmula –
que dejó bien establecida en canciones como ‘Cuando pase el temblor’, ‘Persiana
americana’ o ‘De música ligera’− al modo que la mayoría hace para ser rentable
comercialmente (pienso en Arjona, tan alabado por su capacidad de crear la
misma canción durante casi cuatro décadas), Cerati logró reinventarse en cada
disco, abriendo brecha por terrenos inexplorados en la música latina. Segundo,
porque tuvo la complicidad de Zeta Bosio y Charly Alberti para llevar por buen
cauce ese talento, sacudiendo sin reparos el río aletargado del rock
latino. El resultado fue que el trío de
la Soda creó el sonido más original e influyente en el panorama de lo que se
denomina “música alternativa.” De solista, también se rodeó de músicos que
lograron expresar con fortuna sus ideas musicales, como Daniel Melero, Flavius
Etcheto o Richard Coleman, entre otros.
Y tercero, por la calidad de sus composiciones, que va
de la mano con su negativa a conformarse una fórmula, atreviéndose a
experimentar con nuevos sonidos y formas de componer. Basta hacer un repaso por
la discografía de Soda para confirmar este hecho. De ser una especie de adaptación
al español de The Cure + The Police en los primeros discos (Soda Stereo y Nada Personal), pasaron a forjarse una identidad en Signos y Doble Vida, hasta alcanzar el grado de clásico con Canción Animal. En este punto, parecía
que el grupo ya había pavimentado su camino hacia una gloria confortable, pero
decidió bifurcar por una senda azarosa, probando con sonidos electrónicos y
guitarras distorsionadas en Dynamo
(su mejor disco, en mi opinión). Después, vendría Sueño Stereo para consolidar la fusión rockera-electrónica. Y
cuando parecía que aún habría más ramificaciones en su camino innovador, el
grupo decidió separarse en 1997, pero poco antes dejó una joya como consuelo: Comfort y música para volar, el cual
reelaboró canciones previas –‘En la ciudad de la furia’, ‘Un misil en mi
placard’ o ‘Té para tres’− que ya nunca volvieron a ser escuchadas igual.
Por otra parte, su calidad también quedó establecida
en solitario. Antes de la separación de Soda, Cerati ya había publicado su
primer disco solista, Amor Amarillo (1994), que perfeccionaba el experimento iniciado
en Dynamo. Para muchos seguidores
fieles, éste ha sido su mejor disco ya que dejaba en claro que se había
adelantado a su tiempo con su “rock electrónico”. En aquél trabajo había una
armonía insospechada entre la música de las consolas (‘Pulsar’ o ‘Ahora es
nunca’) y aquélla salida de instrumentos más tradicionales (‘Te llevo para que
me lleves’ o ‘Av. Alcorta’).
El uso de
computadoras para crear música fue llevado al extremo en Bocanada y Siempre es hoy.
El primero es considerado su mejor álbum por la crítica especializada –donde
también incluyó una orquesta en la canción ‘Verbo carne’− y el segundo fue una
secuela más rockera, con ‘Cosas Imposibles’ como emblema. En Ahí vamos regresó a un sonido más
tradicional, usando las guitarras como fundamento apoteósico de un viaje que
alcanza su clímax en ‘Lago en el cielo’; y, finalmente, en Fuerza Natural (2009), su
último álbum, agregó un poco de folk-country a su sonido electro-rockero.
Anexos a los discos oficiales quedaron tres
experimentos: Colores Santos, +Bien y 11
episodios sinfónicos, que fueron tan imprescindibles en su trayectoria como
los “capítulos prescindibles” contenidos en la Rayuela de Cortázar.
Para resumir, cada disco de la carrera solista
de Cerati fue un peldaño más en la escalera espiral hacia el viento que lo
llevó a observar horizontes vedados para músicos y escuchas comunes, a la
manera de aquél que pudo asomarse un instante fuera de la cueva platónica y
vislumbrar un arquetipo.
Breve comparación
“Tabú”
Mencioné de pasada a Ricardo Arjona líneas arriba,
pero ahora lo uso como ejemplo para contrastar entre un músico regular y un
fuera de serie. Para ser más claro, recurro a una comparación literaria para
establecer la diferencia entre ambos músicos: Arjona es un equivalente al
escritor Jorge Bucay en el campo de las letras, ya que los dos han explotado
sus fórmulas de composición aplicando el mismo procedimiento en cada nuevo
disco o libro, después de descubrir que eran atractivas para millones. Ser del
agrado de la mayoría los ha transformado, sin asombro, en “éxitos de venta” o,
para hablar en lengua común, bestsellers.
Tener fama y vender mucho no tiene nada de malo –en el fondo, todos quieren una
rebanada del pastel− pero utilizo la comparación para resaltar el hecho de que
un artista exitoso no necesariamente es un gran artista.
En cambio, un gran artista sí puede ser famoso y ese
fue el caso de Cerati, quien sería una especie de Julio Cortázar, porque ambos rompieron esquemas,
jugaron con las tradiciones para reinventarlas e intentaron algo distinto en
cada nueva obra (por cierto, Cerati murió el 4 de septiembre, poco después de
la celebración por los 100 años del nacimiento del cronopio, quien “vio la luz”
el 26 de agosto de 1914). Por otra parte, músico y escritor fueron sensibles al
“pulso” del tiempo y navegaron por la cresta del cambio (the times they are a-changin’, sentenció para todas las épocas Bob
Dylan), guiando a las nuevas generaciones por sonidos o formas de narrar
distintas, más acordes con sus inquietudes y pasiones, indescifradas por la
generación anterior. Por ello, tanto Cerati como Cortázar fueron seguidos con
fervor por los jóvenes.
“Marea
de Venus”: la alucinación
A Gustavo Cerati se le califica con frecuencia como
“poeta” por la calidad enigmática y evocadora de sus letras. Sin entrar en
debate sobre su capacidad lírica, para mí sus letras guardan una cualidad
alucinatoria que rima sin cortapisas con su música. No un bardo, pero sí un
trovador que comunica los ecos de sueños envueltos en atmósferas claroscuras,
de guitarras densas y ligeras (“mójate los labios y sueña”, sugiere en ‘La
secuencia inicial’).
Poco después del colapso lamentable de 2010 en un
concierto en Venezuela, que lo dejó en coma durante cuatro años, un amigo me dijo
que Cerati parecía haber anticipado su muerte en las letras sombrías de Fuerza Natural. Yo había escuchado el
disco antes, de pasada, sin mayor atención. Pero luego noté que, en algunas,
hay un dejo de abandono: Me perdí en el
viaje/Nunca me sentí tan bien/Todo por delante/Todo está hablándome (‘Fuerza
Natural’); Cerca del final/Sólo falta un
paso más/Siento un deja vu (‘Déjà Vu’); En
el goteo de la soledad/Es el sonido de alguien que pende de un hilo/¿Hasta
dónde lo vamos a estirar? (‘Dominó’); Son
los juegos de Neptuno/Quién sabe cuánto habrá que remar/Oh oh oh (‘Sal’); y
He visto a Lucy/Cuando entró a la
habitación/El espacio se curvó/Vimos luces, y el metrónomo de Dios/Puso el
tiempo en suspensión (‘He visto a Lucy’).
Por algún tiempo asumí que el argentino había
entrevisto el final y lo plasmó en estas letras. Luego pensé que quizá sólo
estaba buscando frases que confirmaran esta impresión, porque, por otra parte,
en el mismo disco había otras canciones que reafirmaban su alegría de existir
(‘Cactus’ o ‘Tracción a sangre’, por ejemplo). Y, de cualquier forma, los
mensajes “oscuros” estaban incluidos en álbumes anteriores: Separarse de la especie/Por algo superior/No
es soberbia es amor/...Poder decir adiós/Es crecer (‘Adiós’).
Siempre es arriesgado querer interpretar las canciones
para encontrar una intención oculta; puede ser la antesala al ridículo, porque generalmente
se escriben siguiendo impulsos ambivalentes, sin reflexiones sesusadas acerca
de su significado. Y Cerati, en mi opinión, escribía de esta forma. La
suposición del final previsto quedó desmentida también por una entrevista que
el músico concedió a Fernando Rivera Calderón el 3 de septiembre de 2009, para
promocionar su último disco. En ella, el autor de ‘Nada Personal’ se muestra
relajado, ajeno a grandezas y satisfecho con su vida. Considera a Fuerza Natural un disco evasivo, igual
que toda su música, porque el objetivo final de ésta es transportar a otros
confines, quizá más placenteros que la realidad ordinaria.
Confiesa, además, que escribir las letras es lo que
más trabajo le cuesta y lo hace después de crear la música: “Tengo que
reconocer de que eso es un mayor trabajo para mí, porque no tengo la costumbre
de escribir todo el tiempo y sí de hacer música todo el tiempo.” Por otro lado,
afirma que es una persona desequilibrada y un tanto bipolar, como la
mayoría de la gente (“Dios es bipolar”, escribió en ‘Fuerza natural’) e,
incluso, bromea sobre la posibilidad de que Dios sea también sujeto a terapia:
“el psicólogo de Dios me gustaría conocerlo... Imagínate la cantidad de
conflictos.” Sin embargo, reconoce que la vida artística es desgastante y a los
50 años su prioridad ya no está en los escenarios, sino en su familia.
Con respecto a la alucinación, Cerati asocia a ésta
con la psicodelia, que considera un modo artístico próximo a lo infantil y absurdo,
como la “patafísica” o la ló(gi)ca de
Cortázar, contradiciendo la noción común de que lo psicodélico es producto de
las drogas ácidas. Cita como ejemplo a Syd Barrett de Pink Floyd con su frase
de “te mando una carta por un lavaropa”. Dice Cerati: “Los niños en general
tienen una psicodelia inherente, ellos alteran el espacio y el tiempo de una
forma que a nosotros cuando vamos creciendo nos cuesta más.” Podría inferirse,
entonces, que la intención del argentino al escribir es captar esa cualidad infantil
a través de metáforas que se convierten en juegos o asociaciones insensatas, en
una especie de Rayuela musical que
trastoca el tiempo y espacio habituales.
Ya
lo anunció Cerati en ‘He visto a Lucy’: “Yo alucino y lo haré mil veces más.”
Paquidermo
Alguien
me preguntó que cuáles eran mis canciones favoritas del músico argentino. Fue
difícil escoger una, pero enumeré cinco:
1.
Lago en el Cielo
2.
Vivo
3.
Tu locura
4.
Luna roja
5.
Vuelta por el universo